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Cómo cultivar la paciencia en tu práctica de Yoga, por Sabi Greenberg




El Yoga nos enseña a volvernos pacientes.


Esa postura que tanto queremos hacer no está disponible todavía. Tal vez nuestro cuerpo y nuestra mente no están preparados para ella. Esto no significa algo malo, sólo tenemos que aprender a disfrutar del proceso que nos lleva hacia ella. Parte de este proceso consiste sólo en la perseverencia. Volver a hacer estas posturas una y otra vez, respetando nuestros límites, hasta que nuestro cuerpo vaya reconociendo esa extraña posición, hasta que nuestra mente vaya perdiendo el miedo y tenga un diálogo positivo, confiando en que podemos hacerla.


Una postura nueva puede llevar meses o años de práctica. ¿De qué sirve buscar simplemente cumplir el objetivo, si una vez que logramos hacer el asana, pasamos a desear una nueva postura que no nos sale? Las asanas son un medio y no un fin en sí mismas. Nos sirven para aprender en el camino hacia ellas. Como se indica en el Bhagavad Gita, aprenderemos a trabajar por el trabajo en sí mismo, y no por los frutos de la acción. Al hacer posturas trabajamos sobre el desapego, conocido en Yoga como Aparigraha. No sirve luchar para que nuestro cuerpo se ponga en una posición que no podemos hacer: y aquí trabajamos Ahimsa, la no violencia con nuestro cuerpo y Satya, actuar con la verdad. 


La paciencia se traduce en constancia, si todos los días ponemos un grano de arena, un día el castillo estará listo. Pero si ponemos granos de arena en muchos lugares distintos, nunca llegaremos muy alto. Las posturas nos enseñan a enfocarnos en algo y a profundizar en ello. Si llevamos estos aprendizajes fuera del mat, veremos que con perseverancia llegaremos muy lejos.


En cada práctica se siguen encontrando nuevas sutilezas en la misma asana, nuevos aspectos a trabajar. El camino del Yoga es infinito.

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