top of page

Crónica de nuestra cuarentena en India

Nota: es muy difícil recordar el orden cronológico exacto de los acontecimientos, que se fueron precipitando uno sobre otro, pero esto es lo más cercano a lo que sucedió que hemos podido reconstruir. También es difícil poner en palabras todo lo vivido y sentido, todas las impresiones y ahondar en cada tema, pero compartir es lindo, y en eso nos sostenemos para escribir esta crónica. Tardamos en escribir, porque el silencio que produjo toda esta situación se sintió muy, muy fuerte y profundo. Gracias a los que nos incentivan a contar y gracias por leer. Esperamos que esten bien, donde sea que estén y que este período de crisis, sea una oportunidad para despertar.



En la puerta de nuestra "casita"


Qué estábamos haciendo en India


Salimos de Argentina el 17 de enero y llegamos a India el 20 de enero.

Desde entonces estamos en el estado de Goa: playas interminables, palmeras, el mar arábico, mucha humedad.


Vinimos a estudiar Yoga y a trabajar en un centro de retiros de Yoga que nos recibió por segunda temporada seguida. Nuestros días son muy intensos. Empiezan muy temprano practicando Yoga con Sharmila Desai y continúan trabjando dando clases de Yoga y por la noche kirtans, meditaciones guiadas, Yoga Nidra, Ecstatic Dance, etc., sosteniendo la energía del centro de retiros y a la comunidad del lugar.



El centro de retiros de Yoga y meditación donde trabajamos


En medio de todo eso, vivimos mágicos días de playa, atardeceres, fogones, guitarreadas y excursiones con amigos de todo el mundo.

Creo que nos enteramos del brote de un tal Coronavirus en Wuhan, China, como unos 10 días después.

Los días pasan sin leer mucho las noticias. Un día nos enteramos de la situación que enfrenta Italia y sus complicaciones, pero por el momento parece ser algo que está sucediendo en unos pocos países del mundo.

Cada día en la sala de Ashtanga Yoga, a la salida de la práctica alguien comenta algo sobre el tema al pasar.

- ¿Estás tosiendo? No tendrás el coronavirus...?

- ¿El qué?

Día a día empiezan a aumentar los rumores y las historias sobre lo que está ocurriendo en el mundo, y así entramos en el mundo de las noticias online.






Las puertas empiezan a cerrarse

De repente, en el centro de retiros de Yoga donde trabajamos, empiezan a cancelar los retiros que están por empezar, ya que India declara que no da más visas de turismo. Todos aquellos turistas que tienen un pasaje para India, no podrán entrar al país.


Esa misma noche viene la policía al hotel y una ambulancia. Preguntamos qué sucede, sale un empleado de la cocina con barbijo (es la primera vez que vemos a alguien con barbijo aquí) y nos dice "corona". Se nos ponen los pelos de punta, ¿el virus llegó acá?. La policía se lleva a un alemán que entró a India en las últimas 24 horas, en medio del cierre de fronteras, y decide que por que es alemán y las fronteras cerraron, hay que deportarlo. El hombre es el esposo de una profesora de yoga inglesa que recién llegaba junto a él para dar su retiro de Iyengar. Ella no es deportada y se tiene que quedar a dar el retiro, porque algunos alumnos lograron entrar a la India, mientras que el resto quedó afuera. La moral del grupo está baja, quedaron 5, de los 19 participantes originales.



Un atardecer en Morjim


Se rumorea que las fronteras de algunos países europeos y de Estados Unidos se están por cerrar. Los participantes de los retiros y cursos que ya están sucediendo, empiezan a buscar desesperadamente cómo volverse a su país. En el restaurante, durante la cena, ya nadie se mira a la cara. Todos están hablando por teléfono sobre las noticias y llamando a las aerolíneas. Hay gente angustiada, algunos lloran mientras hablan con sus maestros, los planes de estudio de los profesorados se cortan porque ya nadie se puede concentrar y reina un sentimiento de incertidumbre y dudas sobre qué decisiones urgentes hay que tomar.

En el hotel cada día queda menos gente, el que consigue un vuelo para irse, se va. Algunos últimos están desesperados por irse, pero no consiguen re programar sus vuelos.

Por primera vez empezar a observar como en el buffet del desayuno, todos levantamos las tapas de las ollas de comida tocándolas y lo más normal del mundo ahora parece ser peligroso. Se hace evidente que este lugar tendrá que cerrar también.



Celebración de Holi el 9 de marzo


La energía del hotel y el pueblo entero empieza a cambiar. Como si progresivamente todos entráramos en una vibración de miedo.


Es viernes y nuestra maestra de Yoga da su habitual satsang y al finalizar habla de que nuestra práctica nos prepara para un momento como éste, y más que nunca tenemos que practicar Yoga. A la salida del satsang todos compartimos chai y torta de banana. Algunos compañeros se despiden: regresan a sus países hoy mismo, ya que parece que es ahora o nunca.



Ashtanga Yoga Morjim, la sala de nuestra maestra Sharmila Desai


Retiro en Bali


A mediados de marzo empezamos a preocuparnos tratando de prever el futuro: ¿tenemos que seguir adelante con la organización de nuestro retiro en Bali para mayo o no hay forma de que esto vaya a suceder? Las noticias van cambiando minuto a minuto y nuestro vuelo a Indonesia sale en una semana.

Mientras estamos intentando tomar una decisión con un Bali que sólo tiene1 caso declarado al momento, se empiezan a cancelar varios eventos en los que íbamos a trabajar en Indonesia. En seguida nos llega un email diciendo que nuestro vuelo a Indonesia, el día 22 de marzo, ha sido cancelado.

Por un lado, esta cancelación es un alivio: ya no depende de nosotros tomar la decisión de ir a Bali y esperar a saber si el retiro se hace o no. Por el otro, significa cancelar nuestro retiro por el que tanto trabajamos en el último año. Es dejar ir a un sueño, pero entendiendo que no hay nada que podamos hacer para cambiar la situación. Esto también implica una gran desilusión para quienes ya habían comprado el pasaje para venir y habían organizado su viaje, pero no sabemos aún todo lo que está por suceder y hoy, mirando hacia atrás, sabemos que era imposible hacerlo. Además, el mismo día que teníamos pasaje, empezó el cierre total de la India.



Una ceremonia chamánica de sonidos en Devarya Wellness


Kirtan en Devarya Wellness

Una clase de Yoga en Devarya Wellness


Se cierra la sala

Esa misma noche nos llega un email de nuestra maestra, diciendo que lamentablemente tiene que cerrar la escuela hasta tiempo indefinido, en línea con la decisión del gobierno de la India de cerrar espacios donde se aglomeran las personas.


Todos comprendemos que la sala de Yoga no puede seguir abierta, por el contacto cercano que tenemos entre nosotros y con nuestra maestra, respirando en una habitación sin ventilación todos juntos y transpirando a pocos centímetros el uno del otro. Más de 100 alumnos de todas partes del mundo distribuidos por el pueblo de Morjim y los pueblos cercanos, quedamos sumidos en la incertidumbre, frustración y la tristeza por el cierre de la escuela a la que vinimos a aprender. Algunos vinieron a estudiar por 6, 4 o 2 meses y organizaron toda su vida en relación a esta escuela. Algunos acaban de llegar desde el otro lado del mundo para estudiar con ella.


Repentinamente varios cambian sus pasajes y deciden volverse a sus países. A veces estas decisiones nos parecen apresuradas. Por alguna razón imaginamos que la sala volverá a abrir dentro de unas semanas. Nos imaginamos que podremos seguir viajando por la India, o por lo menos movernos dentro del estado de Goa, de norte a sur, de pueblo a pueblo, o pasar toda esta historia del Coronavirus disfrutando de nuestro pueblito de playa como si nada. Creemos que estaremos mejor aquí que encerrados en la ciudad.

Realmente aún no medimos la magnitud de lo que está por suceder.



Mandala hecho con flores por nuestra maestra


Tocando en Jardyn D' Ulysse, un clásico de Goa

Toque de queda y cuarentena obligatoria


India tiene muy pocos casos, pero se teme lo peor: un país con 1300 billones de habitantes y un pobre sistema de salud son sinónimos de caos absoluto.

Una semana después de que cerró nuestra escuela de Yoga, el primer ministro de India, Modi, anuncia con 24 hs. de anticipación un día de toque de queda desde las 7 de la mañana hasta las 21 hs. Será una prueba para ver si funciona que la inmensa población se quede adentro.

Nos toma por sorpresa. Como vivimos en una habitación sin cocina, pensamos en hacer un día de ayuno de frutas. Compramos 2 sandías, 1 papaya, dátiles y uvas. También nos compramos unas bananitas fritas y chocolate.


Ese atardecer hacemos una fogata en la playa para celebrar el cumpleaños de un compañero de Yoga y despedir a otros que se siguen yendo de la India. A esa altura, de los 100 alumnos quedamos alrededor de 30 en India todavía. Cantamos, comemos unas verduras hechas en el fuego y miramos las estrellas, al lado del mar. Hablamos con amigos y todos nos preparamos psicológicamente para pasar 1 día de encierro. Suena a algo muy complejo para algunos.

- ¿Vos qué vas a hacer?

- Yo voy a dormir.

- Yo me descargué unas series para ver.

- Yo me voy a la casa de los pibes a pasar el día.

- Yo voy a pasar el día escribiendo.

- Yo voy a aprovechar para trabajar.


De ahí nos vamos a cenar al hotel. Es la noche anterior al toque de queda, e, increíblemente, de los más de 40 huéspedes que quedaban casi al final de la temporada, quedamos sólo 6. Todos huyeron. Es impresionante ver a este lugar que siempre está lleno de grupos, completamente vacío. Curiosamente, esos 6 huéspedes que quedamos, nos habíamos visto todos los días por el último mes sin habernos saludado. Uno a uno se van acercando, hasta que terminamos todos juntos en una misma mesa. Nos presentamos entre nosotros: está Amparo, una profesora de Iyengar colombiana que hace 20 años vive en Londres; Heather, una profesora de Iyengar canadiense que vive en Londres hace 20 años también, Rebecca, una profesora de Yin Yoga noruega, Julia, una fotógrafa de Uzbekistan que vive entre Moscú y Los Angeles y nosotros dos. En la mesa, además de la cena, compartimos nuestras incertidumbres. Algo parecido a sentir un vacío total.


El día del toque de queda se siente un silencio profundo y necesario. Solamente es interrumpido por helicópteros y sirenas de policía, y un auto que pasa con altoparlantes de los que sólo podemos entender la palabra “Corona”. Corren todo tipo de rumores, como que nos hicieron quedar adentro para fumigar toda la India con aviones y que si escuchamos venir a uno nos tenemos que meter adentro enseguida y cerrar todas las ventanas. No entendemos nada.

En el hotel, amablemente nos golpean la puerta de la habitación y nos dan comida un plato de arroz, con dhal (guiso de lentejas) y chapati. Nos piden estrictamente que no crucemos la calle para nada. Del otro lado de la calle y sobre la playa, está el restaurante del hotel. Nos dicen: si vamos a cocinar para 20, no nos cuesta nada cocinar para 6 más. Estamos felices y agradecidos de recibir un plato de comida.


Ya estamos haciendo planes para salir a pasear el día siguiente cuando, por la noche, anuncian que el toque de queda había sido un éxito y que el gobernador del estado de Goa decidió que se va a extender por 3 días más. Nos quedamos perplejos, porque no compramos nada de comida para los días siguientes y ya está todo cerrado.


Todos esos días nos dan desayuno y cena en el hotel. En el último de esos 3 días de extensión del toque de queda en el estado de Goa, el primer ministro Modi anuncia la cuarentena de 21 días, que empieza al día siguiente.


Cada vez que creemos que esto se acaba, el encierro se prolonga. Algo así como ser revolcado por una ola, salir a tomar aire, y ser revolcado otra vez. Unos días antes del toque de queda, compramos un teléfono celular y nos lo cobraron 3 veces. En el negocio dicen que los bancos están cerrados y que no pueden cancelar la operación. También dejamos la mitad de nuestra ropa en una lavandería y no la pudimos recuperar.


Este es uno de los momentos de mayor nerviosismo para todos. Se cortó el suministro de alimentos en Goa, los mercados están cerrados en su mayoría, la policía no quiere a nadie en la calle, la gente quiere salir a buscar comida, no se encuentran frutas ni verduras por ningún lado, los locales empiezan a mirar raro a los turistas, en nuestro hotel nos piden que no nos dejemos ver por nadie y que no salgamos a comprar nada, algunos hoteles cierran echando a los turistas que quedaban y otros alojamientos no reciben a ningún extranjero nuevo.


Empiezan a circular por las redes sociales imágenes terribles sobre lo que acá se conoce como el “bamboo massage”: que la policía te pegue palazos, en este caso por no respetar la cuarentena. En los videos se ve gente circulando por la calle y la policia sin titubear pegando palazos por doquier. Al que camina, al que va en moto, al que está adentro del auto, a todos. Todo esto va generando una creciente sensación de angustia y tenemos miedo de salir a comprar comida.


Se cierra el pais y las fronteras entre estados


Se suspenden todos los vuelos internacionales, de cabotaje, trenes, buses, etc. Cada persona se tiene que quedar donde fuera que esté, sin importar la circunstancia. Nadie puede volver a su casa. Todos los trabajadores indios que migraron a otro estado, han tenido que permanecer donde estaban. En muchos casos se quedaron en la calle, ya que los negocios en los que trabajaban, por ejemplo, un restaurante, cerraron y no les pagan más el alojamiento. Estos trabajadores están pasando una situación terrible. Increíblemente muchos de ellos empiezan un éxodo, caminando cientos de kilómetros a través de la India rumbo a sus hogares, donde los esperan sus hijos y esposas, sin comida, en ojotas y en condiciones muy precarias.





El personal de nuestro hotel, que en su mayoría viene de Calcuta y Rajhastan, queda varado en Goa. Durante el toque de queda, aquí conocido como Janata Curfew, hubo un incidente donde un policía le pegó a varios de estos empleados por estar cruzando la calle rumbo al restaurante donde iban a comer. Cuando se anuncia el cierre de emergencia, aquí conocido como lockdown, se mudan al hotel con nosotros para estar cerca de la cocina. El dueño no quiere mandarlos al refugio local, así que los trae a vivir aquí y el hotel se vuelve a llenar.

La mayoría de ellos llegó a Goa entre septiembre y octubre, a re construir todo el hotel después de meses de lluvias intensas. Dejaron a sus esposas e hijos en sus pueblos y vinieron a hacer la temporada. Hoy están aquí esperando para poder regresar a sus hogares, como tantos otros millones de indios.



Argentinos varados en India


Empezamos a tener esa extraña sensación de estar en un país ajeno, en el momento inadecuado. Más que nunca percibimos nuestra cualidad de visitantes. Sabemos que primero están los locales para la comida, para la atención médica y demás. Durante las 2 primeras semanas de lockdown, el miedo a lo desconocido y la sensación de estar muy lejos de casa empiezan a aumentar.


En este contexto, por primera vez empezamos a considerar la posibilidad de volver a Argentina. Finalmente asumimos que todos los planes para el 2020 cambiaron y que ya nada está bajo nuestro control (¿acaso alguna vez lo estuvo?).

Perdimos todos nuestros trabajos planificados para los 6 meses siguientes en Bali y en Europa, se aproxima el monzón en Goa, la humedad va en aumento, parece sofocarnos, y no podemos ir a ningún otro lugar. Por primera vez entramos a la página del consulado argentino en India, llenamos un formulario avisando que estamos en el país y nuestros datos de contacto. También encontramos un grupo de Facebook y WhatsApp de argentinos varados en India y nos enteramos de las diferentes realidades que cada uno está viviendo. Las conversaciones en este grupo por momentos nos provocan mayor angustia e inquietud de la que nosotros tenemos en nuestra situación particular. Muchos lo están pasando realmente mal. Nos enteramos de que a algunos argentinos los echaron de sus alojamientos por no tener un certificado de que no tienen el Covid-19. A otros la policía les puso sellos en los brazos diciendo que tienen que estar encerrados hasta cierta fecha. Parece ser que a los ojos de los locales, el extranjero es portador del virus. A otros, los propios dueños de los alojamientos no los dejan salir a comprar sus alimentos, así que tienen que delegar en ellos las compras y el suministro de víveres. Un día empiezan a sacarle las llaves de las motos a la gente para que no circule por las calles y así es que nos quedamos a pata.


Al mismo tiempo, Argentina cierra su espacio aéreo, así que no se puede salir de India ni volver a casa. Mucha gente había venido a India sólo de vacaciones y quiere volver a su hogar. Algunas personas están embarazadas, están con sus hijos, otras dependen de alguna medicación o simplemente tienen una familia, un trabajo y una casa a la que volver después de vivir las vacaciones para las que trabajaron todo el año. Muchos quedaron varados en ciudades donde el hacinamiento, la escasez y el pánico hacen que la experiencia siendo extranjero sea muy dura. Las casas de cambio cerraron y no aceptan más moneda extranjera. Por otro lado, a muchos les cancelan su vuelo de regreso, y han vuelto a comprar hasta 2 vuelos más a precios exhorbitantes. Ya no están dispuestos a seguir gastando un dinero que no tienen. Exigen que el gobierno negocie con alguna aerolínea para asegurar que un vuelo efectivamente salga de la India y los devuelva a su país, sin cancelarse a último momento dejando a los pasajeros varados en el aeropuerto y que medie para que no los maten con el precio.



Nuestra situación


Para nosotros la situación es distinta por muchos factores: uno de ellos es que hace 5 años que somos nómades y estamos acostumbrados a no ser de ningún lugar, a la inestabilidad, al cambio y a la incertidumbre. Otro, es que teníamos planeado viajar hasta septiembre aproximadamente así que volver a Argentina ahora no era algo que pensábamos iba a suceder pronto. Además, somos 2, estamos juntos y nos apoyamos el uno en el otro en los momentos de angustia e incertidumbre. Y por último, nos agarró en Morjim, un pueblo que conocemos bien, donde nuestro jefe nos dijo que nos podíamos quedar en el hotel tranquilos, que sabía que habíamos llegado en enero, donde nuestros compañeros de trabajo indios nos conocen desde el 2018, donde viven muchos amigos y donde tenemos algún sentido de hogar y pertenencia.


A su vez, nos sentimos protegidos por los locales que nos conocen. En el hotel nos aseguran que no nos van a dejar en la calle y que estemos tranquilos que podremos permanecer aquí hasta que todo pase. Nos dan apoyo y tranquilidad al 100% y nos avisan que es ilegal dejar a los huéspedes en la calle en esta situación. De todos modos sabemos que no está siendo así en todos lados. Aparecen historias de todo tipo y tampoco sabemos cuándo este hotel tendrá que cerrar. Está sólo abierto por los varados indios y extranjeros, pero sin recibir ningún tipo de ingreso. En cuanto los indios se puedan ir, suponemos que lo cerrarán. Sin embargo, las posibilidades de mudarse a una casa con cocina en esta situación se van complicando, ya que muy pocos quieren recibir a alguien nuevo. Es casi imposible mudarse con todo lo que tenemos sin tener un medio de transporte, no se puede cambiar dinero, etc.

Un día un hombre llega hasta la puerta de nuestra habitación y nos dice que si tenemos hambre, estarán dando comida gratis en la esquina. Así es, hay unas ollas gigantes de arroz, lentejas y chapati para quien fuera que lo necesite. Nos enteramos que hay varios migrantes que quedaron en la calle y también turistas que se quedaron sin comida, en diversos lugares, los vecinos se organizan y están haciendo estas ollas populares para alimentarlos.


En medio de la inexplicable situación mundial y el corte de rutas aéreas por la mayoría de los países, no queda otra que aceptar la situación y en el medio pasarla lo mejor posible.

A la incertidumbre que toda la población mundial tiene de por sí, con qué va a suceder con sus vidas, con sus seres queridos, con sus trabajos, con sus proyectos, le sumamos la incertidumbre de no estar en nuestros hogares, ni países, ni terrenos conocidos. De alguna forma sentimos que nos venimos preparando hace mucho para este momento, dando temerarios saltos al vacío de desapego, dejándonos llevar a donde nos lleve el viento.


Aun así, confesamos vivir en una montaña rusa de emociones, dudas y suposiciones difícil de explicar en este texto. No es lo mismo que esto te agarre en tu casa, que en una habitación de un hotel cuya situación es incierta, sin cocina, siendo extranjero, en un país asustado por lo que puede llegar a suceder si la situación se descontrola con 1300 billones de habitantes, etc., etc.


Pero comprendemos que lo mismo que está pasando aquí, está pasando en todo el mundo, y eso nos tranquiliza un poco. Decidimos invisibilizarnos y mantener el perfil lo más bajo posible.


Lo que más nos estresa es no saber qué sucede con nuestra situación en el hotel con la cocina, delegar a otras personas a que nos cocinen y compren la comida. Si bien nos conocemos de mirarnos y sonreírnos todos los días, son muy pocos los indios con los que convivimos que hablan en inglés y con los que nos podemos comunicar.


La embajada argentina nos propone esperar a que lleguen las noticias de un posible vuelo en las grandes ciudades de Delhi o en Mumbai, pero nosotros decidimos no movernos de Goa hasta no saber que haya un vuelo que va a salir. Después veremos cómo llegar y si podremos hacerlo o no, pero no queremos ir a hacinarnos a la ciudad.


Por último, sabemos que estamos en una situación de privilegio y que hay gente que lo está pasando mal en serio. Gente hacinada, gente que ni siquiera tiene dónde hacer una cuarentena, qué comer, ni medios para sostenerse sin trabajar en el día a día, gente encerrada con alguien violento, y un sin fin de situaciones que nos hacen aceptar nuestra situación y simplemente esperar.



Un mandala de flores en una sala de Yoga en enero


Nuestro propio reality show


Mientras tanto nosotros vivimos nuestro propio reality show, ya que nos dan de comer a todos los extranjeros juntos en la recepción. El personal del hotel come en el restaurante que queda sobre la playa, pero nosotros no podemos cruzar la calle y supuestamente nadie nos tiene que ver.


La recepción es como una casita pequeña toda de ventanales. Los indios que viven con nosotros pasan por la puerta todo el tiempo, y es como si estuviéramos en el Gran Hermano. Miran ahí adentro, y ahí estamos nosotros, los turistas, comiendo chapati. Así pueden observar la interacción de los 6 participantes: durante la primer semana hay un día en que alguno siempre se vuelve un poco loco, baja su moral, hace catarsis... otros transitan por períodos de éxtasis inexplicables. Se discuten teorías conspirativas, o mejor dicho, narrativas alternativas.


Cada vez que queremos usar internet, tenemos que ir a la recepción. Nada de Netflix en la cama. Confesamos haber tenido un momento de éxtasis un día que desde la cama de nuestra habitación sin internet, captamos la señal del hotel de al lado y empezamos a probar posibles contraseñas. De repente una de esas contraseñas inventadas era la contraseña verdadera, y fue como hacer un gol en la final del Mundial. Disfrutamos de una semana de internet desde la habitación hasta que tristemente se cortó. Fue glorioso.


Todas las mañanas hacemos una práctica de Yoga de 3 horas, con las savasanas (relajaciones) más largas que hicimos en la vida. El tiempo parece interminable y a la vez los días se pasan volando. Todos los que estamos aquí somos yogis y yoginis, la mayoría maestros que habían traído a grupos de retiros o profesorados. Estamos encerrados con una profesora de historia y filosofía del Yoga que propuso darnos clase todos los días. Tener esta rutina ha sido maravilloso. Todos los atardeceres nos juntamos en la recepción, y Heather con su proyector nos da clases. Dice que hacer esto la hace sentir mejor. Cada uno va compartiendo algo para los demás. Juan hace terapias de sonido, Sabi da clases de canto de mantras, Julia, que es fotógrafa, nos enseña a sacar fotos, a encontrar la belleza en los demás y en nosotros. Rebecca nos mantiene firmes en nuestro ritual de hacer gárgaras y beber aceite de orégano todas las mañanas. Amparo, la profe de Iyengar cuyo marido fue deportado, quedó aquí varada con nosotros. Un par de semanas después consiguió un vuelo y se fue a Inglaterra. Nos compartía pedacitos de chocolate que tenía guardados todas las noches. Tener un “programa diario”, una rutina, nos ha ayudado muchísimo a todos. En esta convivencia forzosa, cada día se revela el misterio de quién es cada uno de nosotros, con todo lo lindo y lo no tan lindo también.



Sabi y Rebecca, fotografiadas por Julia en su práctica


Las primeras semanas fueron angustiantes y nos pusieron cara a cara con lo más íntimo de nosotros mismos. Observamos esa pulsión a salir a producir, a compartir y a hacer cosas online. No pudimos sostenerla por no tener internet en nuestra habitación. Tenemos internet sólo en la recepción del hotel, lo cual complica la creación de un espacio tranquilo, aunque lo logramos haciendo algunos vivos cantando mantras o algunas clases puntules. A medida que fue pasando la desesperación y la lucha interna con lo que es, pudimos, sin esfuerzo, volcarnos al reencuentro con nosotros mismos. En ese sentido, este período es un auténtico regalo. Estamos tocando y estudiando música juntos, grabando nuestros discos, escribiendo el libro de Sabi, dando clases, creando, fluyendo, en un momento absolutamente mágico de espacio para la exploración. Algo que estábamos esperando hace años (y sobre esto nos gustaría contarte más en otro post).


Todos los días comemos dos comidas: desayuno y cena. La calidad de la comida ha ido decayendo por una escasez de insumos y de presupuesto.

Hace 34 días que cenamos, a las 18.30 hs., arroz, lentejas (dhal) y chapati. A veces con alguna verdura y a veces no. Hubo días en que comimos alimentos bien básicos. Por ejemplo, un plato de avena y chapatis (un pan finito hecho de harina de trigo y agua). Algunos días nos guardamos los chapatis que sobran de la cena anterior para comerlos como almuerzo con unos mates el día siguiente (sí, todavía nos queda un poquito de yerba y es muy apreciada, sobre todo porque nos hace sentir cerca de casa).

Toda esta situación nos hace apreciar la abundancia en la que siempre vivimos, al mismo tiempo que entender (de una forma muy superficial y lejana) lo que es no poder comer lo que uno quiere cuando quiere, no tener opción ni posibilidades de otra cosa. En estos días nuestra empatía, sensibilidad y compasión con quienes viven en situaciones precarias creció mucho. Esta situación nos hace comprender que se puede vivir y comer de forma muy simple y sentir muchísima gratitud por tener un plato de comida y alguien que te ayude. Recibimos cada comida con extrema devoción a los que siguieron trabajando para proporcionarnos alimentos y servicio.

Esto también trajo mayor apreciación a los días en los que hay frutas y verduras, o algo diferente.

Pudimos observar cuando el instinto de supervivencia se activa, en uno y en los otros. La angustia, la incertidumbre, la alegría, el gozo, la paz profunda, toman turnos y se van apoderando de nosotros. Así observamos todo tipo de actitudes, entre ellas el miedo y cómo provoca separación. Así también observamos la inmensa solidaridad. La cantidad de cosas que hemos compartido en estos días ha sido increíble. Surgieron pequeñas economías de intercambio. También esta situación refuerza la idea de que la vida simple es hermosa y posible. A la segunda semana de lockdown, dejaron de traer té. Conseguimos un café, y al no tener filtro, elegimos sacrificar una de nuestras medias (la que mejor calificó para el proceso) para usarla de filtro. Unos días después, ya todos los participantes toman café de esta media, muy agradecidos de poder tener un filtro, y un cafecito.










Hay muchas pequeñas historias


Pasaron como 2 semanas hasta que salimos por primera vez a la calle a comprar algo. Nos atamos unos pañuelos tapando la boca y la nariz, según nos recomendaron. Salimos a la calle con miedo de encontrarnos con la policía y de que alguien pudiera pegarnos un palazo o algún local molestarse por nuestra presencia. Caminando por la calle un hombre nos chistó, abrió una cortina y por detrás estaba su pequeño mercado. Compramos chocolate, frutas y un cepillo de dientes nuevo.



Antes de la cuarentena con mi amiga Gayatri


El primer día que salimos a la frutería y nos reencontramos con Gayatri


En el hotel nos habían dado la llave de otra habitación para bañarnos porque nuestro baño no tenía agua y porque esta habitación tenía una heladera que podíamos usar. A la tarde fuimos a buscar una fruta para comer y nos encontramos con que alguien había entrado a la habitación, se había comido media sandía, medio chocolate, habían tirado el cepillo de dientes y la ropa interior a la basura. La situación fue frustrante, pero a la vez nos dio algo de alegría imaginar a un trabajador entrando a la habitación y encontrándose con frutas y chocolate, pensando que un antiguo huésped la habría dejado ahí.


Por las noches siempre suceden cosas extrañas. Los perros aúllan, creemos que porque tienen hambre. Todo cerró de un día para el otro y la presencia animal, como en cualquier rincón de la Tierra, se sintió más. Tanto es así, que ahora circulan libremente por nuestra habitación. El otro dia encontramos en el baño un largo cienpies ultra venenoso. Por ahí pasan cientos de mosquitos, cucarachas, gekkos. Los cuervos no paran de gritar y de llamarse entre sí. Hay una especie de rata gigante peluda que vive entre nuestro cielo raso y el techo, que tiene un agujero, a la que escuchamos caminar y corretear todas las noches. Un día Juan estaba desayunando en el sillón, la rata se asomó y se miraron ambos en estupor.


Fin de temporada


El lockdown llegó justo al final de la temporada, por lo que muchos turistas ya se habían ido. Unos días antes, muchos trabajadores que tienen puestos al costado de la ruta que venden artesanías y telas, ya habían desarmado todo para volverse a sus provincias.

La temperatura va en aumento día a día. A las 7 de la mañana ya hace 30 grados y el mediodía llega a sensaciones térmicas que superan los 40. Esto va a seguir aumentando hasta la llegada del monzón, donde lloverá durante 3 meses. La humedad va escalando cada día y la sentimos en todo.


Por la llegada del monzón, los empleados están desarmando todo el hotel. Van y vienen tapando todos los techos con lonas gigantes, cerrando cada lugar donde pueda entrar agua, desmontando los ventiladores y mosquiteros de las salas de Yoga, desarmando todas las instalaciones eléctricas que están al aire libre. Se ven decenas de ellos llevando deidades como Shiva y Ganesha, al depósito hasta que puedan ver la luz la temporada siguiente. Todo se va deformando y adoptando nuevos estilos, el lugar comienza a taparse por plantas caídas, lonas que tapan, ya no hay más limpieza de las áreas comunes ni las habitaciones. Por el cierre de todos los negocios, se quedaron sin cloro para las 2 piletas, que hoy se convirtieron en 2 estanques verdes fosforescentes aptos para todo dengue. Dicen que no las van a vaciar porque durante el monzón se quebrarían.

Nos fuimos a comprar escoba, pala y productos para tener en nuestra habitación y lavamos a mano el único juego de sábanas y toallas que quedó. Las decoraciones ya no están, todo se esta viniendo abajo a medida que la temperatura aumenta. Incluso las 3 familias de vecinos de al lado se mudaron al hotel, ya que 2 días antes de que empiece el lockdown, tiraron su casa abajo para reconstruirla otra vez. Todas las noches hacen una misa y cantan juntos. El hotel se convirtió en una aldea con personalidad propia, en la que todos convivimos. Todos miran todo lo que hacemos, saben si salimos, cuando y a dónde.


Los trabajadores desarmando el centro de retiros


A veces se escuchan gritos, gente que viene y que va. Nosotros hacemos todo tipo de suposiciones sobre la mafia de Goa, los vecinos, etc. Algunas noches viene un hombre que nos dice que el es el dueño de esta propiedad (no del hotel) y que cuándo nos vamos a volver a nuestro país y que ya hay vuelos para volver a Rusia. Le explicamos que no somos rusos, pero insiste algunas noches más hasta que entiende que somos de Argentina y se ríe, diciendo “ok, ok, your country not possible” ("ok, ok, su país no posible").


El otro día en medio de la cena apareció en el hotel una pareja de rusos. Vinieron a traerle unos barbijos de tela a una chica de Uzbekistan que está aquí. Los indios se asustaron y nos pidieron que no viniera más nadie de afuera, por la seguridad de todos y que tampoco saliéramos más. Pasamos la tercer semana del lockdown completamente adentro, sin salir al mercado, por este tema.


Últimas novedades


El 14 de abril, cuando se cumplieron los 21 días de lockdown (25 desde que empezamos en Goa), se anunció que el lockdown se extendía hasta el 3 de mayo. El 20 de abril se declaró que Goa era una zona verde, esto significa, una zona de muy pocos casos confirmados. Para ser exactos: 7 casos, todos curados. Sin embargo, en otros estados de India, los casos van en aumento y la situación es compleja.


El estado de Goa sigue completamente cerrado, no se puede entrar ni salir, pero se flexibilizaron algunas cosas: se abren algunos restaurantes para llevar comida y anunciar que en las zonas verdes se puede circular por las calles y espacios públicos, con uso obligatorio de barbijo y reuniones de menos de 5 personas. Desde entonces cruzamos la calle para ir a la playa, pero casi todas las veces duramos 15 minutos, ya que viene un helicóptero o un camión de guardavidas con alto parlante, o policías con un palo (pero que no pegan) y nos dicen que nos vayamos a casa. La situación no es clara. Sin embargo, hay horarios en los que la playa se llena de locales, pescadores y los pocos extranjeros que quedan y, según los locales, está permitido que estemos ahí.






Nos volvieron a alquilar un scooter y podemos salir a hacer nuestras compras. Sentir el viento en la cara fue un alivio y la emoción más grande de los últimos tiempos. Son pequeños momentos de libertad, que lo cambiaron todo.


Aún así sigue el lockdown y el resto de las cosas, sigue igual: estamos adentro del hotel todo el tiempo. Se rumorea que esto va a seguir durante todo mayo.


Cumplimos 3 meses en India el 20 de abril. Nuestra visa dura 5 años, pero nos obliga a salir de la India cada 90 días. Hicimos el trámite para extender nuestro visado, y nos dieron una extensión sólo hasta el 30 de abril. Así que tenemos que hacer el trámite para extender la visa una vez más. Desde la embajada argentina nos dicen que seguirán extendiéndola por 15 o 20 días cada vez, hasta que abran las fronteras y tendremos que salir del país, por cumplirse los 90 días de estadía permitida. Por ahora no hay vuelos que salgan a Argentina, ni una garantía de cuándo podremos regresar. Nos preguntamos cómo haremos cuando aparezcan los primeros vuelos si los precios son una locura que no podemos pagar.




Reflexiones


Como dijo alguna vez Sócrates: sólo sé que no sé nada. No sabemos cuándo volveremos, no sabemos cómo, no sabemos qué pasará, ni cómo será el futuro de los rubros en los que trabajamos: viajes, turismo, hotelería. Sólo sabemos que no hay más futuro, que hay sólo presente, y que el pasado, como era, ya no está más.

Sólo sabemos que alguna vez viajamos por el mundo libres, dándonos abrazos con desconocidos y que hoy, miramos toda esa libertad y entendemos que estaba basada en pilares que temblaban. Llegó el momento de ir hacia adentro, algo para lo que nos estamos preparando hace años.


Para los que venimos estudiando el funcionamiento y el control de la mente, esta situación nos expone más que nunca a comprobar qué hemos aprendido en este largo camino. ¿Podemos usar todas nuestras herramientas y ponerlas en práctica para estar presentes, con desapego y sin violencia?

Con dificultad trabajamos para mantenernos ecuánimes, por mucho que nuestras mentes luchen con lo que nos fue impuesto, con los planes que no se concretaron, con el deseo y la frustración, estamos aceptando. Entonces, finalmente, decidimos rendirnos. Vida: enséñanos lo que vinimos a aprender. ¡Aquí estamos!


El final de un sistema que no funciona está aquí, y en medio de este caos confiamos que está el camino de transición hacia a una nueva humanidad.

Ojalá esto nos acerque a nuestro verdadero yo, a dejar atrás todas las mentiras o diálogos que boicotean al corazón, a acabar con la pérdida de tiempo y energía. Pasaremos por todo el dolor de la metamorfosis, dejando que se caigan todas las estructuras, miraremos al miedo cara a cara y aceptaremos.


En estos días surgieron muchas dudas: ¿Deberíamos entrar en pánico con las noticias oficiales y las teorías alternativas?, ¿Deberíamos mantenernos “informados”?, ¿Deberíamos aceptar que el mundo cambió y que no tenemos control sobre nada?, ¿Deberíamos compartir en redes sociales nuestro día a día y utilizar este tiempo para poner online todas las herramientas que conocemos para estar tranquilos?, ¿Deberíamos utilizar este momento para finalmente estar presentes?

Estos días fueron como escuchar al silencio, dejando que penetre cada estado, cada momento del día. Los días pasan simplemente observando, casi sin tiempo de reaccionar. Tratando de entender pero sin esforzarnos mucho, comprendiendo la magnitud del momento histórico y a la vez sin espacio temporal. Jamás pensamos que íbamos a vivir para ver esto. Llegó sin avisar y nadie puede ignorarlo. Es difícil intentar poner en palabras lo que estamos viviendo como humanidad y cada uno a nivel individual y por ahora, vamos a dejar estas reflexiones aquí para seguir resguardándonos.


Una profunda empatía surge con todos nuestros pares, lo seres humanos. ¿Qué película estará viviendo cada uno?, ¿de qué formas afectará a sus mentes y corazones? Nos sentimos más unidos que nunca.

Cuándo fue la ultima vez que pensaste “¿paren el mundo que me quiero bajar?”

Ten cuidado con lo que pides al Universo. El tiempo llegó.

¡Y no estás solo!


El otro día vimos una publicación en Instagram que hicimos el 13 de enero, 4 días antes de salir de Argentina. Era una foto que nos sacamos en Pirámides Andinas, en Bariloche, donde hay un poste con maderas que apuntan a diferentes lugares, indicando el mapa del alojamiento. Algunas maderas dicen “Saturno”, otra “Jupiter”, etc. Debajo de la foto, escribimos:


¿A dónde te llevará la VIDA?, ¿Es posible saberlo?, ¿ Es posible relajarse y entregarse a que sea lo que tenga que ser?, ¿Cuántos de los planes que hacemos se concretarán realmente y cuántos otros se modificarán?, ¿ Cuánto tendremos que aprender a soltar nuestras expectativas y chocarnos con lo que sea que aparezca en nuestros caminos?, ¿Cuánto tendremos que aprender a aceptar? ¡MUCHO!, ¡Porque el futuro es siempre impredecible! Y tendremos que soltar el control y aceptar que hay una cuota de imprevistos grandes en la vida, que nos llevarán por donde ellos quieren y no por dónde nosotros queríamos... En ese fluir podemos dejar de sufrir y luchar con lo que ES. Creer en la magia de la vida y confiar en los caminos que se cierran y en los que se abren. Seguir por dónde fluye y no negar lo que no fluye. Aceptar los desafíos y no luchar con lo que surge. ¿ No te pasa que a veces no podes creer las situaciones que se presentan en tu vida, como si hubiera un guionista poniendo el dedo en la llaga o creando las más mágicas sincronicidades? En cada situación podés preguntarte: ¿Cómo puedo, dentro de este contexto, estar mejor? Y escojer, todo es una elección. Volar como una hojita de Otoño junto al viento.


Elige tu propia aventura 💕✨.


Confía.✨💕

 
 
 

Comments


¡Contactanos!

¡Y acercate al universo de Yoga & Sonido!

Nombre

Dirección de e-mail

  • Grey Instagram Icon
  • Grey YouTube Icon
  • Grey Facebook Icon
  • Gris del icono de Spotify

©2019 by YOGA & SONIDO Todos los derechos reservados.

Retiro AYNI - Valle sagrado de los Incas- Yoga & Sonido.pdf

bottom of page